23.1.12

Julio Romero de Torres, [otra mirada, 3]

 
Julio Romero de Torres - Joven de Córdoba recostada en una puerta, 1920
Óleo / lienzo, 97 x 81 cm. Colección particular.

He cambiado de opinión sobre las etapas de Julio Romero de Torres. Antes prefería su primera pintura, la de los murales del Círculo de la Amistad, por estar mejor cocinada y tener la pincelada más vibrante, más suelta y sin lamer. Su aire a Puvis de Chavannes o Khnopff me complacía. Y mientras, rondándome toda su pintura posterior, la más conocida, sin hacerle caso por ese toque lamido, repasado, y por esa caricia melosa de pincel. Pero hoy ya no me importa tanto la forma de aplicar el color; sí me importa, pero no lo que más: he comprendido que tiene mucho mérito haber encontrado un lenguaje que decante y dé para la vista ese rasgo diferencial cordobés. Hace falta talento para advertir esa hondura, ese silencio, esa gravedad y esa seriedad opuesta al folclore andaluz, entendiendo que en la cotidianeidad se esconde lo extraordinario y el tema de la pintura. Para ello dejó de mirar lo foráneo y se centró en el barrio y en sus vecinos. Quizá Julio Romero comprendió que tenía más valor ser un primer exponente de lo cordobés que un pintor afrancesado en cola. Importaba más la intensidad que la belleza. Cerró los ojos al panorama internacional contemporáneo y se fue a estudiar a Leonardo y a Rafael. En la combinación Renacimiento y lo cordobés encontró la potencia. Con esa pintura se fue a Madrid, y Valle Inclán, Unamuno, Jacinto Benavente, o Pío Baroja, entre otros, valoraron su apuesta apoyándole incondicionalmente. Mirando a Romero así se me han subido al podium otros lamedores de la época como Christian Schad, o el enorme pintor malagueño Alfonso Ponce de León. [MGL]